Se había marchado, y tras su voz se fue mi alma. Lo busqué y no lo hayé. Lo llamé, y no me respondió. Me encontraron los centinelas mientras rondaban mi ciudad; los que vigilan las murallas me hirieron, me golpearon; ¡me despojaron de mi manto! Yo les ruego, mujeres de Jerusalén, que si encuentran a mi amado, ¡le digan que estoy enferma de amor! ¿A dónde se ha ido tu amado, tu, bella entre las bellas? ¿Hacia dónde se ha encaminado? ¡Iremos contigo a buscarlo! Cantares 5:6-8, 6:1